Blogia
Que mienta si me muero

El vértigo de la felicidad

El vértigo de la felicidad “La felicidad no está en la cima de la montaña, sino en el camino de subida hasta ella”. Lo había leído alguna vez en uno de esos e-mails cadena que inundan cualquier cuenta de correo. Le gustaba esa frase, y cada mañana la repetía ante el espejo hasta que conseguía que una sonrisa asomara a sus labios.

Ella pensaba que era una eficaz técnica de autoayuda para disfrutar de su vida cada día, los demás pensaban que era una gilipollez; el resto del mundo y ella no solían ponerse de acuerdo casi nunca.

Ese pequeño ritual se convirtió para ella en rutina, y cada mañana durante veinte años, se plantaba ante el espejo y se repetía la consabida frase hasta sonreír. Unas veces solo tenía que decírselo a sí misma un par de veces, y otras le llevaba más de media hora empezar a sonreír, pero siempre conseguía cruzar la puerta radiantemente alegre, al menos en apariencia.

Un día como otro cualquiera, al ponerse ante el espejo se dio cuenta que estaba harta, harta de engañarse con frases cursis y tontas, harta de intentar ser feliz a todas horas, harta de no poder estar de mal humor, y harta de las arrugas que tenía alrededor de la boca de tanto sonreír. Todo el mundo tiene derecho a un mal día, algunos incluso a dos, se dijo. Desde aquella mañana decidió dejarse de tonterías y dedicarse a su vida por completo. Desde entonces, al levantarse repite la misma frase ante su espejo:

- “La felicidad no entiende de montañas, la felicidad no entiende de nada”

0 comentarios