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Que mienta si me muero

Final de etapa.

Final de etapa. Este fin de semana me he enterado de que cierra. Todo el mundo tiene un bar en el que pasa horas y horas, el bar en que sabes que siempre encuentras a algún amigo, el bar al que siempre vas a pasar la tarde, a charlar, a jugar a las cartas, y por supuesto, a emborracharte cuando tienes ocasión.
Eso era el Sabatt’s para mí, desde que abrió se ha convertido en mi segunda casa, por la cantidad de tiempo que he pasado en él, y por lo a gusto que se está.
El viernes me enteré de que cierra a finales de este mes, demasiado trabajo y poco dinero, nos ha dicho A, la dueña. Dice que está harta de esforzarse por cuatro duros (serán euros le he dicho yo, a lo que ha respondido con un tajante: “Vete a la mierda, pesao”).Dice que no le merece la pena, que está cansada.
Supongo que tiene razón, lo mejor para ella es cerrar. Pero qué hay de nosotros, ¿donde iremos ahora? Yo ya soy demasiado mayor para buscarme otro bar.
El sábado por la noche me invadió la nostalgia, al mirar a cualquier parte, veía algo que me recordaba cientos de historias divertidas y no tan divertidas que habían pasado allí. Al mirar a la mesa del fondo me acordé de la vez que Z saltó desde el marco de la ventana a esa mesa y creímos que se había matado al caer. Al ver el rincón del fondo recordé cuando entró aquel tipo tan duro tratando de meternos miedo a todos. Viendo la mesa al lado de la máquina de tabaco, casi pude ver a N e I sentados discutiendo, el día que decidieron dejarlo todo atrás...
Me he dado cuenta que al cerrar el bar se cierra también una etapa de nuestras vidas, es triste pero es así. Al abrirlo se abrió otro ciclo, dejamos de ser unos críos que salían a beber en cualquier antro, para ser unos tipos que salíamos a beber solo en el Sabatt´s. Ahora no sé en que nos vamos a convertir, supongo que nos alejaremos un poco todos, es normal.

El destino ha querido que el cierre del bar me pille leyendo Dune, de Frank Herbert, es decir, en plena crisis de madurez. Quizá sea mejor así y consiga sacar algo bueno de todo esto y aprovechar para crecer un poco más por dentro, que me va haciendo falta. No lo sé, el tiempo lo dirá.

Este fin de semana ha venido Sara, ha sido casi lo único bueno que me ha pasado. Algún día hablaré de ella, y de cómo parece estar siempre pensando lo mismo que yo en el mismo momento.

Lo único que nos queda ahora además de los recuerdos del bar, es esperar hasta la última fiesta en la que vamos a acabar con las botellas que quedan en el bar. Siento profundamente que al día siguiente no me vaya a acordar de nada de lo hecho la noche anterior, porque será la última vez que vaya a ese bar.
Sea como fuere, solo me queda decir:

Descanse en paz ese que fue nuestro bar.

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