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Que mienta si me muero

¿Moraleja?

¿Moraleja? Siguó los sabios consejos de los mayores expertos mundiales a la hora de realizar los cálculos, revisó todo el procedimiento una y otra vez, hasta cerciorarse que no había posibilidad de error. Atónito volvió la mirada hacia el papel que, arrugado, descansaba en el bolsillo de la bata. Se pasó la mano por el pelo mientras exclamaba un casi inaudible: "No puede ser".

Nada tenía sentido para él desde el momento, días atrás, de abrir la cápsula y comprobar que los resultados superaban todas las expectativas.

La cámara habia vuelto intacta, y en la pantalla indicaba que había realizado una grabación de 37 horas, él sólo la había perdido de vista un instante.

El prototipo de máquina del tiempo, reposaba sobre una base de cemento a la espera de nuevos y maravillosos viajes. Él había decidido colocar su laboratorio en Nueva York, asegurándose así que la máquina aparecería en medio de un futurista Times Square lleno de gente.

Praderas, kilómetros y kilómetros de praderas hasta donde alcanzaba la vista. Nada de pantallas de colores, taxis, paraguas o camiones de bomberos. Tras observar por tercera vez la fecha escogida, una idea se cruzó peregrina por su analítico cerebro: La Naturaleza ha reclamado lo que es suyo, y ha derrotado al hombre. Y a pesar de saber del terrible destino de la humanidad, por un diminuto instante, se sintió embargado por la felicidad y una sonrisa se asomó a sus labios. No pudo menos que decir para sí mismo:
- Parece ser que al final, el tiempo pone a cada uno en su sitio. Curiosa forma de justicia divina.

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